martes, 6 de julio de 2010
Ahí va él...
A ella le gustaban sus pecas. El pelirrojo nadaba en ellas y sorprendía con lo bien que las llevaba por ahí. Al sol, en la sombra, lucía sus pecas en el rostro y hasta en los pies. "Dios mío..." se decía ella al verlo pasar "si tan solo me dejase las contaría mientras duerme y trazaría con ellas la linea punteada de nuestro destino" Lástima que tanta poesía no era mas que su consuelo pues el pelirrojo no tenía ojos para ella.
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